Tiene apenas 23 años y en su segundo año en Turismo Carretera ya peleó el campeonato hasta el final. Fue subcampeón, por más que el particular reglamento del TC lo lleve a pintar el 5 en 2020.
Debutó en la máxima categoría del automovilismo argentino y en su segunda carrera ya hizo una pole. Y repitió en la siguiente. En sólo 30 presentaciones suma cuatro poles, cuatro podios, dos triunfos y siete series ganadas.
Valentín Aguirre corre contra los mejores con la misma solvencia, naturalidad y controlada agresividad con la que lo hacía en los zonales. Por eso fue campeón en las categorías en las que corrió y lo va a ser también de Turismo Carretera, tarde o temprano.
Una afirmación así, para cualquier piloto significaría meterle presión. Pero Aguirre no la siente. Le da igual pelear contra cualquiera en la pista porque para él son competidores a los que les quiere ganar; no se llaman ni Ortelli ni Rossi ni Canapino ni Werner ni Silva ni Di Palma. Para él, son todos como él.
Disfruta de manejar, de correr, aunque su cara no lo indique así. Muchos lo consideran hosco, malhumorado, soberbio, porque no sonríe, porque habla poco. Pero muy lejos está Valentín de tener esas características. Es timidez. Es sinceridad pura. No le gustan las cámaras ni decir lo que queda bien. Sólo le gusta correr.
Valentín Aguirre es bueno de verdad. No es casualidad que ya esté metido en el círculo de los mejores de la Argentina. Y es tan exigente y competitivo que se calienta por haber quedado segundo en el campeonato de TC, entre 50 pilotos.
Valentín va a sostener el rótulo de Cuna de Campeones de Arrecifes porque tiene espíritu ganador, condiciones de sobra y el carácter para lograrlo. No les quepa ninguna duda.