En Arrecifes y en cada rincón de todo el país, médicos, enfermeros, personal de limpieza de los centros de internación y todos los trabajadores de la salud viven desde hace un año y a diario situaciones exigentes y, en muchos casos dolorosas, al extremo.
Reciben a vecinos asustados, algunos desesperados, los contienen, los hisopan, los atienden. Se exponen momento a momento a contraer el virus, pese a las precauciones que adoptan, pero lo más importante para ellos es “el otro”. Y luego regresan a sus casas con el temor de contagiar a sus familias y cargados psicológicamente por lo que ven y viven en los distintos hospitales.
Darles de comer a los internados, en los casos más graves bañarlos, entubarlos, darlos vuelta en sus camas, medicarlos. Y hablarles, fundamentalmente también a sus familias que no los pueden ver, tratando de calmar su impotencia y desesperación, a la vez de darles fuerzas, ánimo, esperanzas.
Las pocas satisfacciones que tienen los trabajadores de la salud en esta pandemia pasan por la recuperación de los pacientes que dejan su internación y pueden volver a sus hogares. La tristeza y el dolor es infinitamente mayor cuando, pese a todos los esfuerzos, no pueden salvarlos y los ven morir. Despedirlos en una bolsa negra… Es duro, pero es real. Los afecta personalmente, por más que no conozcan a las víctimas; sufren y muchos también lloran.
Luego de eso otra vez tienen que volver a sus casas a estar con sus familias, porque tienen una vida como todo el mundo. Pero no pueden desprenderse de la situación agobiante que atraviesan. Y sus vidas, entonces, dejan de ser normales; lo mismo que sus relaciones, sus actividades.
Y esta situación se sigue prolongando en el tiempo. Los especialistas, además, sostienen que lo peor aún no llegó. Por ello los trabajadores de la salud no sólo no pueden relajarse sino que deben redoblar su fortaleza, ésa que parece que ya llegó al límite.
Yo no sé cómo hacen. Los que pelean contra esta cruel pandemia para salvar al prójimo son realmente admirables.
Si no creemos en el coronavirus, si no nos importa nada, si nos preocupa más discutir con el que piensa distinto antes que cuidarnos, pensemos en ellos, en el conmovedor sacrificio que están haciendo. No se merecen nuestra irresponsabilidad.