Alguien dijo que la muerte no debe ser tan fea, porque no se conoce a nadie que realmente haya vuelto de ella. Y si nadie regresó, no hay testimonios que nos cuenten como es.
Sí hay muchísimas personas que “han estado muertas algunos minutos” y relatan lo vivido, casi todas con las mismas características: luz y paz indescriptibles, deseos de no querer volver de allí y algún familiar o amigo que se acerca a recibirlos, pero diciéndoles que deben regresar porque “no es su momento”.
Para algunos, con la muerte se acaba todo; para otros, la vida sigue en un plano diferente y para muchos, empieza todo.
Cada vez que nos toca sufrir por el fallecimiento de un ser querido, debemos pensar si realmente tenemos que sufrir. Muchos testimonios indican que no debemos sufrir por ellos, porque quien deja su cuerpo en la tierra se eleva con su alma, con su espíritu y en paz, feliz. Los que sufrimos somos nosotros, los que nos quedamos, por extrañarlos; ellos no sufren, al contrario.
También se dice que quienes mueren sufren si nos ven mal a quienes nos quedamos, porque ven y sienten todo y no quieren eso. Harían lo imposible para hacernos saber que ellos están bien, que no tengamos dolor; pero por algo no se puede.
La muerte quizás sea un descanso de la persona que la elige porque, en determinado momento, decide entregarse y dejar de luchar. En ese instante parece que se ingresa en un sueño eterno, como cuando te estás durmiendo y te resistís hasta que no das más y cerrás los ojos. En ese caso, no sería algo traumático ni doloroso; al contrario, parecería placentero.
Entonces, ¿por qué sufrimos cuando perdemos a un ser querido? Puede que sea por nosotros, por egoísmo, por no poder verlo más. Y por la incertidumbre de no saber si esa persona realmente está bien.
Hay culturas donde la muerte no es un duelo; al contrario, se celebra. Algunos países mantienen una relación muy cercana y natural con el final de la vida y hasta organizan grandes fiestas llenas de música y color en los sepelios. Esto se da mucho en África y en algunos sectores de origen azteca, incluso en México. Todos ellos entienden que la persona que deja el plano terrenal, ha alcanzado la paz; y lo celebran.
Nadie tiene la verdad revelada. O al menos no conocemos a quien la tenga.