Este jueves, bien temprano en la mañana, Patricio Di Palma amaneció en Uspallata y se llamó por teléfono a un camionero que tenía que viajar de San Juan a Mendoza. “¿Por dónde andás?”, le preguntó Pato. El camionero le responde “ya por la ruta”, y le envía una foto por whatsapp para mostrarle que ya había salido.
Patricio recibe la foto y se queda helado. En esa ruta casi desolada, donde el sol reina en su máximo esplendor y las nubes aparecen poco, a Pato le pareció ver algo raro. Raro pero no desconocido, al contrario.
“Vos me estás jodiendo. ¿Dónde sacaste esa foto?”, le pregunta al chofer del camión. “Acá, por donde vengo viajando”, le contesta. Patricio insiste: “A ver, sacá otra enfocando al mismo lugar”. El camionero lo hace y se la manda. Se veía lo mismo.
Las nubes formaban una imagen en el que notó claramente una cara. La misma que vemos nosotros en la foto. Y la misma que el camionero no había advertido hasta que Patricio se lo señaló. Los dos quedaron absortos.
Quien quiera creer, que crea. Y quien no, está en todo su derecho.
Supongamos que es todo producto de la imaginación y de la casualidad. ¿Pero justo ahí el camionero tomó la foto? ¿Por qué para el costado de la ruta y no para adelante, como es habitual cuando uno va conduciendo? ¿Y justo en esos pocos segundos las nubes tomaron esa forma? Mucha coincidencia.
Los seres humanos somos tan pequeños que generalmente no alcanzamos a ver todo lo que nos rodea, todo lo que el universo nos propone y que no llegamos a comprender…