El arrecifeño Francisco Álvarez Arzuaga, junto con Gabriel Bonavena, fue el responsable de la concreción de la estatua de Carlos Bianchi, inaugurada este viernes en La Bombonera y del que habló todo el mundo futbolístico.
A Francisco y Gabriel se les ocurrió esta idea y se la fueron a contar nada menos que al Virrey: “Cuando me vinieron a contar lo que querían hacer acepté porque los vendió la cara de buena gente”, les agradeció Bianchi. Se trató del segundo reconocimiento de esta envergadura para Bianchi, ya que el año pasado estuvo presente en la que le dedicó Vélez, club en el que se formó y fue ídolo como jugador (es el máximo goleador de su historia) y como técnico.
El artista Enrique Savio realizó un trabajo excelente y la estatua muestra tal cual es al DT más ganador de la historia de Boca. Es una pieza que se exhibirá en el Museo, y que lo pinta de cuerpo entero en su época de esplendor: pensativo y mirando atento el campo de juego. Incluso, con el detalle de su rodilla maltrecha mientras estaba parado al borde de la línea de cal. El DT también se llevó una réplica en miniatura.
A los 67 años, el entrenador fue homenajeado nada menos que con una estatua en el club con el que conquistó tres copas Libertadores (2000, 2001 y 2003), dos Intercontinentales (en 2000 ante Real Madrid y en 2003 frente al Milan), cuatro torneos locales (Apertura 1998, 2000 y 2003 y Clausura 1999) y donde además estableció con una serie de 40 partidos el invicto más prolongado en la historia del profesionalismo en primera división.
“Esta estatua la merecen los verdaderos protagonistas de todo esto, que son los futbolistas”, agradeció con modestia en un discurso de unos pocos minutos, muchos menos que el largo rato que dedicó a firmar camisetas, banderas y sacarse fotos con todos lo cada hincha que se lo pidió.
La mayor emoción de Bianchi tuvo lugar al recordar a su cuñado, Ángel, fallecido recientemente y a quien recordó cómo le contaba “hace 50 años lo que era todo esto, porque él era fanático de Boca; y la verdad que no se equivocó en nada, porque el mundo Boca es muy grande”.
El evento tuvo lugar en el espacio donde los jugadores entran en calor antes de cada partido, contiguo al vestuario local, ese en el que Bianchi anticipó tantas situaciones en las charlas tácticas y motivó a sus dirigidos con arengas ganadoras. Después de haber sido descubierta sobre el césped sintético será trasladada al museo, donde se encuentran las de Diego Maradona, Ángel Clemente Rojas, Ubaldo Rattín, Silvio Marzolini, Martín Palermo y la de otros dos ídolos que estuvieron presentes, Juan Román Riquelme y Guillermo Barros Schelotto. Junto con ellos también participaron del homenaje Rolado Schivi, Sebastián Battaglia y Marcelo Delgado, además de Julio Santella y Carlos Veglio, colaboradores en los cuerpos técnicos de Bianchi. En una pantalla se reprodujeron además los saludos de Martín Palermo, Diego Cagna, José Basualdo, Roberto Abbondanzieri y los colombianos Jorge Bermúdez, Mauricio Serna y Oscar Córdoba. En primera fila no faltaron su esposa Margarita, sus hijos y sus nietos.
“Él nos enseñó a ganar. Es lo más grande de nuestro club, para mí es el mejor entrenador del fútbol argentino de todos los tiempos”, aseguró Riquelme, tan ovacionado como el protagonista principal.
Todo esto que están leyendo nació de la mente de un joven de Arrecifes, Francisco Álvarez Arzuaga, que ni en sueños se hubiera imaginado lograr una movida tan grande. Pero los sueños, la mayoría de las veces, cuando están acompañados de convicción, decisión y ganas, corren el riesgo de cumplirse.