Mónica Sayal publicó un crudo mensaje en sus redes. No va dirigido contra nadie, sí hacia la sociedad en general y, especialmente, todos los actores que tienen que ver con la práctica del fútbol en Arrecifes, incluidas las familias.
La violencia que se vive en muchos casos es un tema que preocupa desde hace tiempo, y esta mamá lo expone con admirable sensatez.
En Facebook escribió:
Con la impotencia de ir contra la corriente y contra un gigante, teniendo que vivir situaciones límite, arraigadas pareciera lamentablemente desde hace tiempo en nuestra sociedad. Con múltiples causales; quizás con un nacimiento cultural que se fue moldeando de a poco con el gen argento, más nuestras crisis económicas, enojos emocionales, la pasión desmedida, y muchas veces falta de educación formando un cóctel explosivo que transforma y destruye un hermoso evento deportivo (de supuesta formación) en un gran dolor de cabeza. Se veía venir.
Siempre asisto a la cancha. Creo en la importancia de “acompañar” a mi hijo incursionando en el deporte que ama; el fútbol. Allí veo muchas veces incrédula agresiones desde la tribuna, padres insultando a los técnicos, a los árbitros y entre los nenes que supuestamente, valga la aclaración “están jugando”. Además de vivenciar el famoso “siga, siga…” donde pareciera que todo vale dentro de un folklore a voces permitido donde muchas veces mi grito de “¡no dejen que se peguen, son niños!” se pierde en el bullicio de la muchedumbre, y parezco ser yo la que esta fuera de lugar, en otro contexto, hasta sencillamente ridiculizarme.
Pero esta vez, precisamente el 08/02/2023 le tocó a mi hijo ser victima de un golpe desleal, sí, como lo escribo y sin exagerar. Se veía venir, lo dije.
Podría haber sido un accidente la primera vez, la segunda de un mismo rival ya es saña y cuanto adjetivo se utilice. Sin contar que termina en fractura nada menos que de tibia y peroné. Aclaro que si el golpe hubiera sido despojado de mala intención o hacia otro niño de todas formas estaría escribiendo este descargo. Porque entiendo no es solamente un nene agresivo fuera de sus cabales sino una suma de cuestiones socio-culturales que deben cambiar de una vez y no tienen que ver solo con este episodio. Son muchos y en aumento y es momento de “frenar la pelota”, de generar conciencia.
Casualmente hoy los argentinos nos sentimos todos campeones, pasionales como pocos, vitoriamos a la selección de fútbol por su logro histórico. Como madre veo a mi hijo idolatrar a un tal Messi, al Dibu, a Julián. Sin dudas son sus ídolos palpables, reales, ¿posibles? Por que no. En mi caso, y es de familia, también los admiramos muchísimo.
Pero hoy él, con su pierna enyesada pasa por un horrible momento y no solo se priva de estar lejos de una cancha y de sus amigos del club (que párrafo aparte lo acompañan mimándolo) sino también no puede acudir a su escuela teniendo que realizar tareas postrado en su casa por un largo tiempo.
El daño no solo es físico, habrá que vencer el miedo para volver a realizar lo que tanto ama. Y la pregunta de ¿quién se hace cargo? ¿Como mamá me cruzo de brazos y solo reparo en el gasto económico que esto generó o alzo mi voz y por lo menos logro un pequeño cambio a nivel social? ¿Estamos preparados como sociedad para cambiar estas conductas?
Es tiempo de concientizar a los mas pequeños y a los no tanto. Será un trabajo arduo pero ninguna “pata” de la mesa puede fallar; tanto dirigentes de nuestra Liga local deberán elaborar un mejor plan para sancionar a padres alocados en las tribunas, dar herramientas para que nadie insulte a un director técnico y estos a su vez respeten las decisiones de los árbitros que impartirán disciplina, pero procurar que en lo posible implique docencia de su parte.
Estas etapas infanto-juveniles son ricas para el aprendizaje si se aprovechan. Enseñar a respetar al rival, antes y post partido, a los jueces, y a sus compañeros jugando en equipo. Evitando el juego brusco que dejara a su equipo con un jugador menos. ¿Dónde está el Fair Play? ¿ Y la disciplina puertas para afuera? Padre/madre que grite desmedidamente tendría que ser expulsado del predio y en todo caso se frenará el juego para tal cometido.
Quien no pueda controlar su euforia que no vaya a la cancha, porque arruina una experiencia enriquecedora de los nenes/as que compiten. Sanciones a la altura de las circunstancias, ejemplificadoras aún siendo niños o adolescentes. Quizás sea bueno premiar de buena manera a los equipos menos agresivos y amonestados, aunque esto parezca para algunos una “flojera”. Cuando mayores se encontrarán con un mundo no muy grato, pero que premia a los Messi con conducta y no viceversa.
Basta de amiguismos y de hacerles creer que este juego se gana a los golpes, a los insultos, con trampa, con presiones. La vieja escuela de que “el otro es el enemigo”, y como tal, se destruye, se arruina sin importar las consecuencias. ¿Se puede medir la intensidad de una patada? O ¿el daño psíquico que produce un adulto presionando a su propio hijo?
Fomentemos. sí, el compañerismo, la destreza deportiva, el juego en equipo, y el juego limpio. ¿Pechos fríos? ¡No! El coraje se demuestra de otra manera, y se requiere de mucha valentía para aceptar la derrota, para manejar el éxito, para nunca dejar de intentarlo y esquivar el insulto con hidalguía acatando órdenes aun si no se comparten. Eso genera carácter y una personalidad arrolladora. ¿Les mencioné a Messi? Un claro ejemplo. ¡Formadores, tomen la posta!
Hay gente con mucha capacidad para ser escuchada, inclusive sería de ayuda incorporar algún psicólogo deportivo que marque pautas de convivencia en los clubes para todos los que intervienen en el juego; niños, cuerpo técnico, y hasta dirigentes. ¿Es una locura? Probablemente. Pero no deja de ser saludable el intento.
Mi desahogo reclama a gritos tolerancia cero a la violencia dentro y fuera del terreno de juego, y sueño con un futuro mejor de nuestros hijos y nietos disfrutando realmente en una grada, o en el campo de juego y no lo que vivimos hoy en día. El ser mujer no me deshabilita a dar mi opinión, menos el rol de mamá.
Termino esta redacción luego de la segunda intervención de la pierna de mi hijo, Lucho, post anestesia con algunos dolores que me invaden el alma.
Más tranquila sí, no menos indignada.