Con tanta fortaleza y dignidad como vivió sus 104 años y medio, el admirado Orlando Raúl Lizzi tomó la decisión de que su paso por este mundo ya había llegado a su fin.
Con mucha paz y naturalidad desde hace un tiempo les venía comentando a familiares y amigos que “ya está, ya viví mucho, no tengo más nada que hacer acá”. Palabras más o menos, ése era su pensamiento, despojado de cualquier tipo de dramatismo.
Don Lizzi siempre comentaba que lo más difícil de llegar a su edad era que todos sus amigos y familiares contemporáneos ya se habían ido. Pero él tenía la capacidad de renovar amistades permanentemente, por su bonhomía, por su permanente buen humor, por el cariño y admiración que despertaba en todos.
Uno de esos amigos de su última época fue Marcos Di Palma, a quien visitaba frecuentemente y charlaban mucho. Lo mismo con su esposa Paula y sus hijos. Y precisamente a Marquitos, hace pocos días, cuando el ahora diputado le decía bromeando que lo iba a llevar al Mundial de Fútbol de 2022 a cambio de que Lizzi le venda su bicicleta, Don Raúl le respondió serio: “No, Marquitos, como mucho voy a estar tres meses más acá”…
También en el último tiempo su increíble lucidez estaba muy por delante de su condición física. Y a él lo molestaba mucho verse, en oportunidades, impedido de movilizarse con vitalidad como siempre lo hacía. Y pensaba que no quería terminar su longevidad postrado en una cama o siendo una carga para sus familiares. Pese a sus 104 años, jamás le pasó; por ello no entendía ni aceptaba esa forma de perdurar en la vida.
Con esa tranquilidad, vaya a saber cuándo, escribió de puño y letra algunas cartas que dejó para sus familiares, para su hija Teresita y para sus nietos. Todas cargadas de amor y agradecimiento. Sin tristeza, sin dramas, sin reproche alguno.
Este miércoles entre las 14:00 y las 18:00, cuando la mujer que lo cuidaba lo dejó solo para que durmiera la siesta, concretó la tan difícil decisión de quitarse la vida. En su caso no fue drástica, sino pensada, elaborada, asumida con una grandeza que conmueve. Y lo hizo luego de una mañana en la que estuvo muy activo, en la que se había bañado y cambiado para estar impecable como se mostraba siempre, bajando a la calle a charlar con vecinos y amigos.
Por todo esto, don Orlando Raúl Lizzi tendrá un lugar eterno en el corazón de los arrecifeños y de muchísima gente que lo conoció a lo largo de todo el país. Fue un ejemplo de vida y también conmovedor por la forma en que decidió su partida. Un grande. Enorme.