Un festejo como nunca antes se vio en Arrecifes se desató este miércoles 9 de julio, apenas Maxi Rodríguez convirtió el último penal, el que le dio a la Argentina el pase a la final de la Copa del Mundo en Brasil.
Holanda se convirtió en la sexta víctima de este equipo tan resistido en un principio y tan amado ahora, ganándose el reconocimiento de casi todo un país (todavía quedan los contras de siempre) en base a sacrificio, talento, bajo perfil y resultados, que son los que mandan.
Y dentro de este equipo que hace historia, los arrecifeños nos inflamos el pecho porque tenemos a Pablo Zabaleta como uno de los símbolos más importantes; un futbolista de excepción, un guerrero, un monstruo. Uno que también hizo oídos sordos a las críticas y también le dio para adelante, como siempre, como lo hizo desde que arrancó en Obras Sanitarias.
Este arrecifeño jugará nada menos que la final de una Copa del Mundo, contra Alemania y en el Maracaná. Soñado. Merecido.
Los festejos en Arrecifes se centran, luego de cada partido, en Avenida Merlassino, con la casa de Jorge Zabaleta, el padre de Pablo, como epicentro. Allí se junta la gente para transmitirle todo su cariño, reconocimiento y admiración a quien antes de partir para Brasil fue declarado Embajador Deportivo Honorario de la ciudad.
Este miércoles la celebración duró más de tres horas, con miles de personas en las calles, en motos, bicicletas, a pie, en autos, camionetas. Y hasta un tractor y el camión de Marcos Di Palma, con el propio piloto al volante, aparecieron por la avenida principal de Arrecifes. Fue una fiesta impresionante, nunca antes vista; porque los arrecifeños nos sentimos parte de este equipo, gracias a Pablo.
Fotos: Mónica Teves