Nació en Arrecifes en 1996 pero vivió sólo unas horas de ese año, ya que su primer día de existencia lo cumplió en 1997. En sólo un día ya había cambiado de año. Pareciera ser que llegar al mundo un 31 de diciembre marcaría su vida de cambios y superación constantes.
Nadia Amado finalizó sus estudios secundarios en nuestra ciudad y enseguida decidió buscar nuevos rumbos; no esperar que la vida le llegue sino ir a descubrirla. “No sabía adónde pero quería irme. No por Arrecifes, porque amo mi ciudad, sino para decubrir otros lugares, otras culturas; descubrirme yo misma”, dice esta joven de 27 años recordando sus 19 de ese entonces como si hubiera transcurrido una eternidad.
Sin dudas que el camino de su padre, Ricardo Amado, la marcó. Él ya había emigrado de la Argentina para trabajar con caballos árabes, experiencia que adquirió en la estancia La Cura Malal, en Arrecifes. La primera intención de Nadia era irse a México, por cercanía, por cultura, por idioma, pero sin saber a qué. Como cualquier padre, respetando las decisiones de sus hijos pero cuidándolos, Ricky la ayudó a que fuera a un lugar donde tuviera la seguridad de qué hacer y estuviera protegida. Por contactos de su trabajo, habló con un amigo de Italia y allá fue Nadia, también a trabajar con los caballos. Se instaló en Cortona, región de La Toscana, centro de ese país europeo, 200 kilómetros al norte de Roma.
“Yo sabía que me gustaban los caballos porque me crié en ese ambiente, pero no tenía ni idea de cómo trabajar con ellos. Me enseñaron, empecé a aprender mucho y me fue bien. Me inicié con los potros y caballos de cría, que en realidad no es una tarea difícil, es bastante relajada, tenés que tener mucha paciencia”, recuerda sobre su solitaria aventura educando pequeños equinos.
Estuvo nueve meses en Italia y buscó seguir creciendo. Por ello, también favorecida por su apellido conocido en el ambiente gracias a su padre, se fue a Alemania, recomendada por el italiano con el que había trabajado. “Ahí ya me dediqué a una tarea más general, un poquito más compleja, aunque siempre relajada. Empecé a trabajar con padrillos, con yeguas de cría. Estuve tres meses, volví a la Argentina y empezó la pandemia”.
En esa época que el mundo se detuvo, Nadia no. “Estuve unos cuatro meses frenada por la pandemia, en Arrecifes, y me fui a trabajar a Uruguay, siempre con caballos árabes. Pero me di cuenta de que no era lo que quería; había estado en Italia, en Alemania, y Uruguay era demasiado tranquilo. Si bien el lugar era hermoso, es muy similar a la Argentina”.
“Ahí volví a hablar con mi papá para cambiar de rumbo y me llevó a Países Árabes con él. Ya hace casi tres años que estoy en Catar y muy contenta”, cuenta Nadia en RADIO UNO 107.1, pasando en Arrecifes sus 44 días de vacaciones anuales.
“Los caballos árabes se distinguen por su conformación y por las actividades que realizan, se caracterizan por su resistencia y su estética. Podríamos decir que tuvieron la suerte de nacer lindos, jaja. Son caballos para exhibición, para shows, como un hobbie para gente de mucho dinero. Es muy chico el mundo de los caballos árabes y están todos relacionados por su sangre, en cualquier lugar del mundo donde se encuentren. Aprendí mucho en todo este camino y aprendí de ellos. Yo era más temperamental y el contacto con los caballos me enseñó a ser paciente, me mejoró como persona”, reconoce.
LA VIDA EN CATAR
“Vivo en Al Khor, a 40 minutos de Doha, más para el lado del desierto. Al principio fue un poco chocante pero me fui acostumbrando. Siempre que respetes su cultura, no tenés problemas. Y en general ellos respetan la nuestra, cada vez más. De Países Árabes, creo que Catar es el más lindo, porque ellos siguen respetando su cultura pero a la vez se abren un poco y respetan al resto; eso sí, hay algunos límites que no se modifican. Saudí Arabia, por ejemplo, es mucho más cerrado. Dubai es el otro extremo, el más descontracturado. Catar está en un punto medio”, explica Nadia Amado.
“Estar con mi padre en Catar me ayudó mucho a la adaptación, pero la vida allá baja 20 cambios respecto de lo que nosotros estamos acostumbrados. Es mucho más tranquila, no hay casi actividad social; hay menos horas de luz solar, hace mucho calor y hay muchísima humedad. A veces salimos o hacemos alguna juntada, pero muy esporádicamente. El invierno no existe allá; hay apenas cuatro meses que son como una especie de otoño o primavera”, añade.
Nadia confiesa que “las mujeres tenemos que cuidarnos mucho de cómo andar en la calle en Catar. El calor te lleva a querer usar poca ropa, como estamos acostumbrados acá; puedo hacerlo, pero cuando me bajo para estar en un lugar público, me tapo con algo largo y livianito. No podés andar mostrando el cuerpo. Eso les molesta y te lo hacen saber”.
“Argentina es un país que cae muy bien entre los árabes. El Mundial que ganamos en Catar ayudó mucho a eso, pero también entramos muy bien por nuestra personalidad, por ser personas nobles, trabajadoras; aunque por supuesto hay excepciones”, manifiesta con la tranquilidad de sentirse cómoda. Hablá inglés fluido pero lo quiere perfeccionar. Y acepta que le gustaría “aprender algo de árabe, porque allá se valora mucho que te esfuerces por aprender su idioma”.
“El trabajo que tengo es muy bueno, ahora me han dado mayores responsabilidades. Estoy muy bien, me valoran mucho como persona. Llegué como asistente veterinario y no tenía ni idea de cómo poner una inyección. Hice un curso y un esfuerzo muy grande por aprender, estudié a la vez que me fui haciendo sobre la marcha. Eso me llevó a que me dejaran a cargo de mi área durante 15 días sola, sin veterinario, con 120 caballos y 40 personas a cargo”, dice con inocultable orgullo.
Su hermano menor, Marco Franchi, sigue su camino a la misma edad que lo inició ella y está trabajando en Italia, en el mismo lugar en que empezó Nadia. Su madre, Patricia González, permanece en Arrecifes extrañándolos siempre; por eso, apenas pueden, los chicos siempre vuelven a verla.
Con su madre y su hermano, Nadia (siempre familiera) ya está haciendo algunas inversiones “para mi futuro”, dice siempre mirando para adelante aunque apenas tenga 27 años. Entre esos proyectos, montaron Kavana, un delicado comercio de blanquería y accesorios ubicado en España y Risso.
Nadia Amado combina tantas cualidades que son difíciles de encontrar en una sola persona: paz, bondad, generosidad, simpatía, responsabilidad, coraje y un espíritu inquieto y aventurero sin límites. Ella no espera lo que le depare el futuro: lo sale a construir sola.