Por: Paula Barrera*. Desde el año pasado comencé una investigación sobre la industria alimenticia y su relación con la incidencia de diferentes enfermedades que la población sufre con mayor frecuencia actualmente. Ante tan alarmantes datos, llegué a la conclusión de que lo que puede revertir esta situación es la difusión de la siguiente información.
La cantidad de azúcar refinado en nuestra alimentación se ha disparado, teniendo a una persona en Estados Unidos promedio consumiendo cerca de 350 calorías al día (lo que equivale a cerca de 22 cucharaditas de azúcar y un 25 por ciento de sus calorías diarias) provenientes del azúcar. Todos los alimentos procesados, incluso los salados, poseen cantidades grandes de azúcar, por lo que no elegimos precisamente lo que estamos comiendo cuando compramos algo.
De acuerdo con este estudio, las personas que consumen el 21 por ciento o más de sus calorías diarias en forma de azúcar tienen el doble de probabilidad de morir a causa de una enfermedad cardíaca. En la actualidad, la mayoría de los alimentos servidos, ya sea en el hogar, en la escuela o en los restaurantes, son alimentos altamente procesados, llenos de azúcar, grasas procesadas dañinas y aditivos químicos. Durante este mismo tiempo, las tasas de obesidad han aumentado desenfrenadamente.
Las muertes relacionadas con la obesidad incluyen las muertes por diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardíacas, enfermedades hepáticas, cáncer, demencia y depresión, ya que casi todas tienen la disfunción metabólica como el factor principal.
Las comidas rápidas no están diseñadas para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas, sino para que se conserven por mucho tiempo en los estantes y generen deseos incontrolados de consumo. Llegan a dominar los mecanismos innatos de control del apetito y hasta el deseo racional de dejar de comer. Por ese motivo, resultan doblemente perjudiciales: son casi adictivos y eso lleva a aumentar el sobrepeso y la obesidad, al tiempo que sustituyen a los alimentos frescos. Los productos abarcan a las bebidas no alcohólicas, refrigerios dulces y salados, cereales de desayuno y barras, golosinas, helados, bebidas deportivas y energéticas, jugos de frutas y vegetales, té y café embotellados, pastas para untar, salsas y comidas preparadas, con las clásicas hamburguesas y papas fritas.
Lo más macabro de la investigación fue encontrarme con la siguiente información: los fabricantes descubrieron niveles óptimos de grasa, azúcar y sal que hacen que sean altamente adictivos, según la ex comisión norteamericana de control de estándares de alimentos. David Kessler, ex director de la Administración de Alimentos y Drogas (FDA), alertó que las comidas preparadas ideadas por científicos en alimentos pueden actuar en los centros de gratificación del cerebro como el tabaco y que los fabricantes están buscando disparar un “punto de éxtasis” cuando se coman ciertos productos, que dejen con deseos de comer más. En el punto óptimo, la comida estimula el apetito de mucha gente en lugar de saciarlo.
Además se descubrió que no sólo el contenido de los alimentos es peligroso, también lo es su envasado: un grupo de científicos de Suiza acaba de publicar un listado de 175 componentes químicos con propiedades peligrosas conocidas que se están utilizando de forma legal en el proceso de fabricación del envasado alimentario, hay más de 6.000 sustancias que pueden entrar en contacto con los alimentos durante su manejo y almacenamiento.
Cerca del 95 por ciento de la soja es transgénica para que sea resistente al glifosato y está cargada con herbicidas altamente tóxicos. El aceite de soja hidrogenado y las grasas sinteticas, principales fuentes de calorías, causan disfunción y caos en el cuerpo a nivel celular y los estudios han relacionado a las grasas trans con:
- Cáncer, al interferir con las enzimas en su cuerpo utilizadas para combatir el cáncer.
- Diabetes, al interferir con los receptores de insulina en sus membranas celulares.
- Disminución de la función inmunológica, reduciendo la respuesta inmunológica.
Para concluir me contacté con una experta en el tema. En una entrevista realizada tiempo atrás a la licenciada Sabrina Fanucci, quien se desempeña como nutricionista del Centro de Cirugía Bariátrica y de la Clínica Centro de Pergamino, habló sobre la situación nutricional en nuestra región. Los efectos que pueden tener la alimentación mala o deficiente en el cuerpo son además del peso, la diabetes, hipertensión, el acido úrico, cansancio, debilidad muscular, astenia (cansancio generalizado), caída de pelo, sequedad en la piel, quebramiento en las uñas, reacciones alérgicas a aditivos por conservantes, osteopeña (que es el paso previo a la osteoporosis) y a largo plazo enfermedades como el cáncer y enfermedades de los huesos.
Por eso, cada vez que nos preguntemos por qué tantos casos de enfermedades comunes en gente mayor se dan cada vez con más frecuencia en gente joven y de mediana edad, sólo debemos mirar nuestras heladeras y lo que comen nuestros hijos para saber la respuesta.
(*) Alumna de 3º año de la carrera Tecnólogos en Salud, del Instituto Ramón Carrillo de Pergamino.