A las 4:10 del último sábado sonó la alarma de Farmacia Soto, ubicada en la esquina de Vicente López y Planes y General Hornos. Su propietaria, Claudia Soto, llama por teléfono a la policía y se viste para salir a la calle y concurrir al local, acompañada por su hija.
La farmacéutica relató el mal momento que le tocó vivir a partir de allí: “Es la décima vez que sufrimos un intento de robo, y en una oportunidad pudieron concretarlo. Llamamos la policía y salimos a la calle, que estaba desierta. La policía no llegaba, entonces volví a llamar y la mujer que me atendió me dijo que el móvil ya había salido.
Llegamos a la farmacia y encontramos la tapa del medidor de luz abierta y algo chamuscado, quemado. También observamos una ventana lateral con la reja barreteada. Teníamos mucho miedo porque estábamos solas con mi hija ante esa situación, con la calle desierta, sin saber si había alguien adentro, y la policía no llegaba. Volvimos a llamar a la Comisaría y recibimos la misma respuesta que antes, diciéndonos que el móvil ya había salido.
Seguimos esperando sin saber qué hacer, ya había pasado como media hora del primer llamado y la policía no aparecía. Volví a llamar por quinta vez, ya muy nerviosa, y luego de eso llegó un móvil con dos efectivos”, contó Claudia Soto.
En ese momento, producto de los nervios, la impotencia, la indignación, la dueña de la farmacia explotó en llanto y gritos hacia los policías, recriminándoles la demora, los miedos, la décima vez que intentaban robarle. “Los efectivos me responden que a ellos no les correspondía estar allí porque debían cumplir con la guardia en la Comisaría; que el móvil al que le correspondía esa zona estaba realizando una aprehensión y que otros tres patrulleros habían ido hacia la zona rural porque recibieron un llamado de alerta”, explicó la farmacéutica, quien azorada observó como de inmediato los dos efectivos se subieron al móvil y se fueron del lugar, enojados por el trato que les había dado la mujer.
“Se fueron sin ayudarnos, sin entrar a la farmacia, sin actuar de ninguna manera. Nos quedamos solas con mi hija hasta que llegó un móvil de Tránsito de la Municipalidad que se encontraba patrullando, con tres inspectores que se bajaron, nos ayudaron y nos acompañaron a entrar al local”, cerró Soto el relato de su odisea.
“No voy a hacer la denuncia. ¿Qué voy a denunciar? ¿Que me intentaron robar por décima vez? ¿O que la policía nos abandonó a nuestra suerte? Yo sé que les dije muchas cosas a los policías, quizás algunas que no corresponden, producto de la bronca, la impotencia y el miedo que tenía. Pero deben ponerse en nuestro lugar, en nuestra situación, no abandonarnos. A quienes sí debo agradecerles es a los inspectores de tránsito, que nos contuvieron y nos ayudaron”, agregó la farmacéutica, aún indignada.