Como se sabe, trístemente la profesora Elenita de Zavaleta falleció en las primeras horas del 1 de enero en San Martín de los Andes, a los 69 años de edad. La dolorosa y sorpresiva noticia impactó como pocas veces antes en la comunidad arrecifeña y en otros puntos del país donde esta brillante educadora era conocida; especialmente en ese ámbito.
Este sábado Elenita volvió a Arrecifes en el último de sus incontables viajes en este mundo y fue esperada por una auténtica multitud, que no quería dejarla volar sin antes demostrarle que la quería y la respetaba.
Ya hemos hablado de esta mujer brillante en estos tristes días, pero nunca se agotarán los valores para agregarle. Los mismos que a su familia, en especial a sus cuatro hijos que, presas del dolor y del no entenderlo como nadie, reaccionaron a esta fatalidad con la madurez y entereza que mamaron de ella.
El aviso con el que comunicaron el último adiós a Elenita a la enorme cantidad de gente que preguntaba, fue tan conmovedor como gráfico: “Celebración de despedida de Elenita”. Redundamos en citar su nombre por tercera vez en este párrafo, pero fue “A lo Elenita”.
Claro que se marchó pronto de entre nosotros, pero si de lo irremediable, injusto e inaceptable se puede rescatar algo, es que ella vivió hasta sus últimas horas en este plano derrochando alegría, sabiduría y vitalidad, tres de sus tantas cualidades más importantes. Y su familia decidió despedirla de la misma manera.
Por el último saludo en la Casa Vasca, en sólo cinco horas, pasaron centenares de personas, que no hubieran podido ser albergadas en ninguna sala velatoria de las tradicionales. Y el cortejo de despedida hacia el Cementerio Municipal fue acompañada también por una multitud que no sintió el calor ni el feriado: lo primordial era estar con Elenita. Tras su paso por el Club Almirante Brown, la mayor cantidad de gente la esperó en la Escuela Agropecuaria, de la que no sólo fue factor fundamental de su creación con su empuje, si no también de su salvación (junto por el entonces intendente Daniel Bolinaga) cuando estuvo a punto de cerrarse.
Méritos y logros de Elenita en la educación, son imposibles de enumerar. Pero, por ejemplo, el actual ministro de Educación de la provincia de Buenos Aires, Alberto Sileoni, la tenía como su referente. Hasta los últimos días de 2024, esta admirable mujer estuvo viajando a Buenos Aires para tomar exámenes en la UBA, como lo hacía desde hace años y en forma permanente. Y no lo hacía porque lo necesitaba sino porque una de sus grandes premisas era defender con trabajo y con su sabio mensaje a la educación pública.
Conmovió la despedida de Elenita, también rodeada de alumnos de la Tecnicatura en Enfermería de Arrecifes que impulsó junto con otra valiosa y recordada mujer, Silvia Farías de Boo; y de personas de los sectores más diversos que cualquiera pueda imaginarse. Fue una muestra de su personalidad siempre integradora, despojada de todo tipo de egoísmos. Y suena raro, ante tan profundo dolor, decir que en su último adiós primó la alegría; pero se la saludó así, con el espíritu que ella transmitió y que, sin dudas, hubiera querido que sea.
Se fue de este plano, no la veremos más personalmente. Y a partir de acá cada uno pensará en lo que crea, pero para muchos va a ser difícil que Elenita deje de estar, porque su personalidad y las enseñanzas que dejó seguramente seguirán haciéndose sentir en cantidad de circunstancias individuales que nos toque atravesar a los que la conocimos y la admiramos eternamente.