Jorge Ruiz vive en la ciudad de La Plata y denunció a un hotel alojamiento por ruidos molestos, llevó su reclamo a la Justicia hace cinco años y obtuvo una indemnización de casi 24.000 dólares. Tuvo que probar el daño físico y psicológico originado por el insomnio y el estrés que le produjeron los ruidos del telo vecino.
Ruiz relata las vivencias de ese momento: “Muchos me decían que me mude, que me vaya a vivir a un lugar más tranquilo y dejara de vivir en este lugar para no sufrir más”, cuenta desde la misma casa con el hotel al lado. “Pero yo no quería resignarme e irme, tenía el lugar para vivir cómodo. No fue fácil todo el proceso, pero valió la pena”, le dijo Jorge a Infobae desde La Plata.
El hombre convivió durante años con ese ruido que solo pudo amortiguar –ni siquiera callar completamente– a través de un juicio civil que le hizo percibir una indemnización de alrededor de 700.000 pesos (casi 24.000 dólares blue). La sentencia fue de 2018 pero el pago se produjo años después.
El living y la habitación de la casa en la que vivía Jorge tenían, del otro lado de la medianera, el lavadero del hotel alojamiento del que era vecino: “Este tipo de lugares cambian las sábanas cada vez que entra una pareja nueva. Hay turnos que duran dos o tres horas, así que el uso del lavadero es constante. Lavarropas y centrifugadores industriales en una habitación sin ningún tipo de acustización y moviéndose sobre la losa. Eso era absolutamente invivible, no se podía vivir con ese ruido sonando absolutamente todo el día y toda la noche; era un infierno”, explicó Jorge.
EL JUICIO ORAL
En el juicio, que fue oral aunque no es lo habitual para el fuero Civil y Comercial, declararon unas catorce o quince personas, según recuerda Jorge. “Fue muy intenso, revivir todo eso fue difícil y a la vez había que exponer la intimidad. Declaró, por ejemplo, una chica que salía conmigo: por cómo son las generales de la ley, no le deberían haber permitido declarar por la relación que nos unía. ¿pero quién podía atestiguar qué ruidos había en mi casa a las tres de la mañana si no era una persona cercana?”, explica Ruiz. La jueza habilitó el testimonio. También declararon algunos de sus amigos.
En el juicio, no solo describió los ruidos que se escuchaban desde el lavadero, los más potentes de los que sentía del otro lado de la medianera. “También hablé de los ruidos provenientes de las habitaciones, claro. Son los ruidos que puede imaginarse cualquiera en el contexto de una relación sexual, hay gente que hace más ruidos y gente más silenciosa. A eso hay que sumarle tacos a cualquier hora y las máquinas para limpiar que se usaban inmediatamente después de cada turno. La aspiradora chocando contra los muebles y contra la pared”, reconstruye.
Además de los ruidos, la demanda daba cuenta de otros daños y perjuicios: “Mi patio estaba siempre lleno de lo que se volaba o tiraban. Imaginate desde fundas de almohada que se desprendían de la soga hasta preservativos, los sobres de esos preservativos, latas de Speed, vasos, de todo”, enumera.
EL DAÑO PSICOLÓGICO
“Era difícil probar el daño psicológico y físico que sufría el denunciante ante la Justicia. Con el peritaje de un ingeniero que trabajó con un decibelímetro se pudo probar la intensidad de los ruidos en el lavadero y eso fue una prueba contundente”, explica Ezequiel Grasso, que fue el abogado defensor de Ruiz en el juicio que el vecino del barrio Mondongo le ganó al Hotel Uno.
En el proceso judicial hubo que dar cuenta de los daños físicos y psicológicos que sufría Jorge. “Era todo un desafío probar las complicaciones que habían desencadenado que tuviera que hacer tratamientos con un gastroenterólogo y con un psiquiatra”, cuenta Grasso. El juicio duró dos años y la prueba del decibelímetro, cuyos resultados demostraron que los ruidos eran muy superiores a los permitidos según la zonificación de ese hotel y esa vivienda de La Plata, resultó concluyente.