El gobernador Daniel Scioli llegó a la planta de Rizobacter en Pergamino y él ya lo estaba esperando, desde tempranito y para no quedar afuera, como siempre hace.
Cuando vio al mandatario bonaerense salió a su encuentro: le sonrió, lo saludó, le dio un beso y lo palmeó. Scioli ni pelota; siguió con los actos de protocolo.
A la hora de subir al palco para la ceremonia central, él se ocupó de acomodarse bien cerquita del Gobernador, para que lo vea, para demostrarle su apoyo. Quedó justo detrás de Scioli, al lado de Marcos Di Palma, en un sitio preferencial.
Sí, él es Oscar Brasca, el intendente de Salto, el mismo que hace pocos días se hizo algo conocido en los medios al declarar que le prohibía al Gobernador la entrada a su ciudad, a Salto, hasta tanto no arregle las rutas. Una declaración que burdamente se llama “para la gilada”, unas falsas palabras para intentar quedar bien con los vecinos. Brasca declaró eso luego de que Scioli haya ido a Salto, a Bagley, y él lo haya recibido con su habitual cordialidad y alcahuetería, la misma que evidenció este miércoles en Pergamino.
Claro, a favor de Brasca tenemos que decir que mantiene lo de no dejar entrar a Scioli a Salto, porque Scioli no va a volver por el momento a Salto. Fácil. Pero lo fue a acompañar a Pergamino y le siguió chupando las medias como siempre. Una chantada del intendente Brasca.