Este lunes 2 de enero inició el juicio a los ocho rugbiers acusados de matar a Fernando Báez Sosa en enero de 2020, a la salida de un boliche en Villa Gesell. Todos ellos se encuentran detenidos y enfrentan la posibilidad de ser condenados a prisión perpetua luego del proceso judicial que se extenderá durante todo el mes de enero.
En el banquillo de los acusados estuvieron sentados Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli, Ayrton Viollaz, Lucas Pertossi y Luciano Pertossi. Dado que, según señalaron las autoridades de la investigación, “planificaron” la muerte de Fernando Báez Sosa en el marco de una brutal golpiza a la salida del local bailable.
Los padres de la víctima, Silvino y Graciela, fueron los primeros testigos en declarar durante el procedimiento, de una lista de aproximadamente 170 personas. Junto a ellos llegaron también sus abogados Fernando Burlando, Fabián Améndola y Martín Leguizamón. “Me gustaría saber por qué lo hicieron. Solo sé que mi corazón está destrozado”, expresó brevemente ante la prensa la madre de Báez Sosa antes de ingresar.
Los testimonios de los padres de Fernando conmovieron a varios en la sala, entre ellos los guardias del Servicio Penitenciario que custodiaban a los imputados.
El juicio se reanudará este martes con la declaración de los amigos de Fernando que lo acompañaron al momento del crimen.
La declaración del papá de Fernando: “Nunca pensé que iba a estar acá sentado”
“Señores jueces, acá están escuchando el relato de un padre que ha perdido todo: ha perdido la felicidad, las ganas de vivir, de luchar, y perdió lo mejor de todo, que es el abrazo de su hijo”, comenzó diciendo en su relato Silvino.
En ese sentido remarcó que durante un año y medio debió hacerse diálisis por una enfermedad en sus riñones. “Abría la puerta de casa y Fernando se colgaba de mi cuello: ‘¿Cómo estás papa?’, me decía. Y ese tipo que venía muerto de la diálisis terminaba mas vivo que nunca con el abrazo de su hijo. ‘Cuando sea grande te voy a dar mi riñón…’, me decía”.
Mientras varios de los presentes lloraban en la sala, Silvino continuó hablando del día que viajaron a Villa Gesell, lugar al que les fue difícil llegar porque había cambio de quincena. “Duró como ocho horas”, señaló.
Después, hizo mención de cuando finalmente fueron a reconocer el cuerpo de su hijo. “Fue duro porque una parte de mi hijo estaba tirada en una bandeja de acero inoxidable con la cabeza reventada. Estaba chorreando sangre por todos lados. No lo podía tocar”, contó.
Graciela preocupó a la presidenta del Tribunal
En todo momento la mujer declaró muy quebrada y tras referirse al momento en que llegó a la Argentina con su marido, en 1995, habló de la madrugada del 19 de enero de 2020, cuando la madre de un compañero de Fernando la llamó para contarle que algo grave le había ocurrido.
“No tuvieron piedad, era un ser humano, me duele tanto lo que le hicieron, le llamaban negro. Me quedé sin nada”, aseguró al hacer mención de todas las expresiones que los acusados habrían vertido sobre su hijo mientras lo golpeaban. “Cómo puede un ser humano discriminar de esa manera”.
“Quiero justicia por mi hijo. Fernando está encerrado en un ataúd y no lo voy a recuperar nunca, quiero tener un poco de paz en mi corazón. Si tienen hijos cierren los ojos y pónganse en mi lugar”, concluyó.
Graciela, mamá de Fernando, comenzó a declarar en el juicio: “Ese día el mundo se detuvo para mí, no soy la misma de antes, y mi hijo era un chico feliz, no tenía enemigos y siempre predispuesto a ayudar a la gente”, expresó entre lagrimas.
“Cuando entre en la morgue vi el cuerpo de Fer y estaba todo destrozado, su cabeza destrozada, quise abrazarlo. No puedo creerlo hasta hoy y yo lo sigo esperando”, dijo. “¿Con qué derecho le arrebataron la vida? Nos dejaron huérfanos para siempre”, manifestó la mujer, que dijo que tanto ella como su esposo están “muertos en vida” tras perder a su hijo.
“Éramos siempre los tres juntos, éramos inseparables, éramos una familia feliz, humilde que tratamos de inculcar los mejores valores a nuestro hijo”, recordó Graciela sobre los exámenes que había rendido su hijo para empezar la carrera de abogacía.
El juicio
Los ocho acusados están imputados por el delito de “homicidio agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas” y enfrentan pedidos por reclusión perpetua.
El grupo de rugbiers ingresó a la sala alrededor de las 10 de la mañana, rodeado por trece efectivos del Servicio Penitenciario Bonaerense que formaron una pared humana alrededor de ellos para evitar que se vean expuestos ante la prensa.
Luego de su ingreso, se hicieron presentes en el recinto los jueces miembros del Tribunal María Claudia Castro, Christian Rabaia y Emiliano Lázzari y les solicitaron que se identifiquen uno por uno y se retiren los barbijos. “Les hago saber a los imputados que tienen que estar atentos porque en este debate se va a resolver la situación procesal de cada uno de ustedes”, advirtió la jueza Acosta.
Posteriormente, inició la lectura de la acusación a cargo de la fiscal Verónica Zamboni, antes de que el abogado de la querella, Fernando Burlando, tomara la y asegurara que los imputados “acordaron y planearon emboscar con la intención de matar a Fernando Báez Sosa”.
En esta misma línea, el letrado señaló que el ataque ocurrió luego de un “incidente menor” dentro del boliche Le Brique, donde la víctima y sus acompañantes “intentaron calmar los ánimos”. “Pese a esto los acusados tomaron una decisión: tomaron la decisión de matar y mataron”, sentenció.
“A partir de hoy vamos a demostrar que el asesinato de Fernando Báez Sosa tuvo como mecánica un asalto por ambos flancos de la víctima”, explicó el abogado y señaló que los acusados “esperaron que el personal policial se retirara del lugar para así facilitar la tarea y matar sin riesgo y sobre seguro”.
Al mismo tiempo, antes de pedir la prisión perpetua para los imputados, Burlando concluyó: “Vamos a demostrar que los acusados tendieron esa noche un verdadero cerco humano (…). El crimen fue una lisa y llana ejecución. No estuvieron dispuestos a detener su accionar hasta no ver sin vida al individuo. Cada golpe aplicado tenía un destino y un fin: matar”.
Fuente: Perfil