Cuando pegó el enorme salto del automovilismo argentino en autos de turismo a IndyCar, sin escalas, Agustín Canapino sabía perfectamente dónde estaba parado: “Lo normal es que llegue último. Mi objetivo es terminar las carreras, girar lo máximo posible para hacer experiencia e irme adaptando; no romper el auto… Después, si no llego último, mejor”.
Sus sorprendentes ensayos sobre el Chevrolet del Juncos Hollinger Racing, sus 12º puestos en las dos primeras carreras y llegar a liderar la última hasta que lo tocó Helio Castroneves, nos llevaron a casi todos a desviarnos de ese objetivo y alejarnos de la realidad, pese a estar ante un piloto superdotado. Pero no le pasó al arrecifeño, que seguía insistiendo en bajar el exitismo.
Lo hecho por Agustín este domingo en el Gran Premio de Alabama, en el difícil circuito de Barber, volvió a ser bueno y cumplió con el plan trazado por su equipo: completó las 90 vueltas y terminó 26º, anteúltimo.
Canapino no lo dijo ni lo exteriorizó; esto es sólo una suposición: estamos seguros de que se bajó caliente del auto. Pese a que superó positivamente un nuevo desafío en esta cuarta fecha de IndyCar, no se conforma, quiere más.
Nadie le pide más al piloto argentino porque está superando las expectativas; es él quien se exige a sí mismo. Si está donde está es porque nunca se conforma.
“Terminamos P26, cumpliendo el total de vueltas. Y si bien no fue un gran resultado, se cumplió el desafío de dar los 90 giros. La carrera fue muy buena en la primera parte, luego nos retrasamos en la parada, la estrategia de apostar al neumático duro no funcionó como esperábamos. Teníamos ritmo para más, no pudimos plasmarlo”, dijo al finalizar. Y ese tono de Agustín, es de caliente dentro de su sensatez de saber que está haciendo las cosas muy bien.
Ganó Scott McLoughlin con el Dallara Chevrolet del Team Penske. El otro piloto del Juncos, Callum Ilott, llegó 13º.
Se viene Indianapolis, el 11, 12 y 13 de mayo, la carrera más importante de la temporada. Canapino ya tiene la mente puesta en ello.