Vegetales hermosos a la vista pero insípidos. Carnes más tiernas pero con gusto dudoso. Papas forrajeras por doquier, pollos con hormonas, tomates con gusto a agua… La necesidad de que cierren los números, lleva a que a veces comamos lo peor de lo peor. Y nadie se preocupa por educar al consumidor.
Leé un análisis inteligente de una innegable realidad alimenticia en FondoDeOlla.com