Pablo Javier Noguera nació en Tandil hace 38 años pero de muy chico se fue a vivir a Gualeguaychú, donde se crió y creció hasta que emigró a Buenos Aires para cursar sus estudios superiores en la UBA. Allí se recibió de licenciado en Kinesiología y Fisiatría.
En lo deportivo, dedicó toda su vida al básquet, formándose en Racing de Gualeguaychú y, ya en Buenos Aires, jugando en Banco Nación y en Sociedad Hebraica Argentina.
Por cuestiones laborales, en septiembre de 2012 llegó a Arrecifes, donde terminó radicándose junto a su esposa Cecilia Contreras y su hijo entonces único hijo, Facundo. Aquí ambos desarrollaron sus respectivas profesiones y ya en nuestra ciudad nació el segundo hijo del matrimonio, Mateo.
Más allá de encontrar en Arrecifes el sitio que eligieron para seguir creciendo como familia, Pablo necesitaba un lugar donde seguir disfrutando de su gran pasión deportiva. Así, en 2013 se conocieron con el Club Ricardo Gutiérrez y rápidamente el jugador y la entidad construyeron una hermosa relación, ya que se necesitaban mutuamente.
Noguera no tardó nada en hacerse un lugar en la primera división del equipo, por su gran calidad como basquetbolista, pero un sitio más importante aún se ganó como persona en el plantel y en el club, como referente del grupo y espejo de los más chicos. Un líder positivo, de alto rendimiento y bajo perfil, respetado y querido.
Le dio mucho basquetbolísticamente al Tricolor, siendo una figura clave en los últimos éxitos por su entrega, experiencia y efictividad. Por eso, el retiro que acaba de decidir producto de una lesión crónica en su rodilla que lo tiene a maltraer, significa una baja muy importante.
Ojalá Pablo siga ligado al club porque no se borrará del corazón de los hinchas y del respeto unánime a su calidad humana y su profesionalismo. Para Ricardo Gutiérrez es un hijo más, como los chicos que crecieron allí y hoy son grandes referentes. Y para toda la familia Noguera, el Trico seguramente seguirá siendo su casa.