Educar Arrecifes, el grupo de voluntarios que se formó en nuestra ciudad para brindar apoyo escolar gratuito a chicos de bajos recursos, llegó a las 200 clases dictadas desde que comenzaron con su loable trabajo en mayo pasado.
La idea surgió de un joven comprometido con el prójimo, Matías Soto, y rápidamente se sumaron otros muchos jóvenes para ayudar a niños que no alcanzan a comprender lo que se les enseña en la escuela y no pueden pagar un profesor particular.
El proyecto no paró de crecer y convertirse en un “éxito”, un “éxito” que preocupa… La tarea de este grupo de voluntarios es altamente elogiable, pero la cantidad de estudiantes con problemas de aprendizaje es un problema que nos pega duro.
Educar puso en el tapete una cruda realidad: en tres meses hay ayudado a casi 50 chicos que tienen dificultades en la escuela y no cuentan con medios económicos para recurrir a clases particulares. Y tampoco encuentran respuestas en el sistema educativo del Estado, que cuenta con docentes que deberían ocuparse de ellos. De no ser por Educar, estos estudiantes hubieran repetido el curso o abandonado la escuela, y vaya a saber cuántos lo hicieron anteriormente.
El “éxito” de Educar, en consecuencia, es una muestra incontrastable de las falencias del sistema educativo y asistencial que venimos sufriendo desde hace muchos años en la Argentina (especialmente en la provincia de Buenos Aires) y que nuestros gobernantes no han querido ver o no han hecho mucho para remediarlas. Un grupo de jóvenes voluntarios de Arrecifes tuvo que suplirlos.
Esto es lo que publicaron los integrantes de Educar:
“Con cada clase nuestra aula cobra vida. Se llena el ambiente de concentración de maestras y alumnos para que el aprendizaje sea efectivo.
Los números bailan en el aire y en la mente de los niños mientras entienden como resolver el enunciado. Cada palabra enciende una luz de concentración para adquirir un nuevo conocimiento cuando practican la lectura. Las capitales en los mapas se ven más grandes, como queriendo ser recordadas más fácilmente.
La voluntad por aprender y mejorar conlleva un grado de responsabilidad enorme de parte tanto de niños como de padres. Nuestro compromiso con la causa se paga con sus avances y mejores notas, cosa que nos hincha el pecho de orgullo y nos anima a más.
200 clases.
200 horas invertidas.
200 momentos de generosidad brindados.
200 y no paramos, vamos por 200 más”.