¿De quién es la culpa para la mayoría de la sociedad? Del otro, siempre del otro. Especialmente del que no piensa como uno.
Las redes sociales han cambiado la historia de la comunicación entre las personas y han traído muchísimas cosas buenas. Pero una vez naturalizadas, comenzaron a generar aspectos negativos. Y acá volvemos al origen: la culpa no es de las redes; es de los seres humanos como sociedad en su conjunto, como integrantes de una comunidad que debe relacionarse y convivir de la mejor forma.
Y así en las redes, como en el caso del coronavirus, abundan las críticas, los planteamientos sin conocimiento, los pontificados y hasta las agresiones. Siempre hacia el otro. Y el otro somos todos, los integrantes de esta sociedad conviviente. Porque el de izquierda culpa al de derecha y el de derecha, al de izquierda. El que elige vivir libremente culpa al que pone reglas y el que pone o sigue las reglas, culpa al que vive libremente. Culpamos porque se controla y también porque no se controla. Criticamos si se informa y criticamos si no se informa. Criticamos “si se alarma” y también “si se minimiza” la situación. Hasta criticamos al que se contagia y al que estuvo con el que se contagia, con absoluta crueldad y sin pensar que podemos ser nosotros los que estuvimos con un contagiado que no lo sabía y nosotros tampoco sabíamos que el otro estaba contagiado y no lo sabía.
Ni en esta desgracia que es la pandemia dejamos de lado férreas e innecesarias posturas políticas. Si estamos parados de un lado, criticamos al Intendente pero no al Gobernador y al Presidente. Y si nos ubicamos en el otro extremo, al revés: la culpa no es del Presidente ni del Gobernador; es del Intendente. ¿Y si la culpa no es de ninguno de ellos y es nuestra?
Los seres humanos vemos todo desde el punto de vista que lo queremos ver, entendemos lo que queremos entender y leemos lo que queremos leer. Nuestros conceptos están predefinidos y generalmente no buscamos la verdad sino tener razón. Así, ante una misma información que no admite discusión porque se trata de números, datos, hay gente que critica porque “son muchos” y otra critica porque “son pocos”. Y hasta hay quienes le buscan la vuelta para negar esos números, que son reales, existen y son sólo eso: números.
Del tema coronavirus no existe nadie en Arrecifes (quizás en el mundo, pero nuestra ciudad es la que nos ocupa) que no sepa lo que tiene que hacer y lo que no tiene que hacer, lo que se puede y lo que no se puede. Pero no importa. Si no debemos hacerlo, lo hacemos igual y pedimos que “una autoridad” nos obligue a no hacer lo que sabemos que no debemos. ¿Suena un poco ridículo, no?
Si nos detenemos a pensar un minuto, en un punto terminamos encontrándonos todos: los que culpamos somos los mismos a los que nos culpan. Y en vez de dar tantas vueltas y buscar siempre culpas en el otro, lo más sencillo y prudente sería responsabilizarnos de nuestras propias acciones, porque en mayor o menor medida todos somos “culpables” o responsables. Es el famoso “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Ninguno la tiraríamos. O nos cagaríamos a piedrazos pero de caraduras, nomás.
No pidamos a las autoridades que nos obliguen a no hacer lo que sabemos que no podemos hacer. No pidamos a los equipos de salud que se arriesguen para sanar nuestra irresponsabilidad. No pretendamos que el otro no trabaje porque lo estamos juzgando de antemano; ni pretendamos que no trabaje porque yo no puedo trabajar. No critiquemos al que no tiene porque recibe ayuda del Estado ni critiquemos al que tiene éxito porque le va bien y a mí no.
Hagámonos cargo de nuestras responsabilidades y errores de una vez por todas y dejemos de mirar y señalar al de al lado. Quizás sea más sano y más productivo.