Empleados del Ministerio de Trabajo de la Nación inspeccionaron pequeños talleres de confección de indumentaria en Arrecifes. Exigiendo el estricto cumplimiento de las leyes laborales, irrumpieron amenazantes en casas de familia donde algunos confeccionistas trabajan intentando ganarse un mango en la época más crítica para la costura en nuestra ciudad.
“Si no nos dejan revisar, va a ser peor”, advirtieron en muchos casos. No quedando en claro lo que querían revisar y mucho menos lo que significa “va a ser peor”.
En estas inspecciones tocaban las sillas que están detrás de las máquinas para ver si tenían una temperatura que significara que en ese momento los propietarios “habían escondido” a algún operario y verificaban si los motores de las máquinas estaban calientes.
¿Qué tiene de malo que el Ministerio de Trabajo haga cumplir las leyes? Nada, por supuesto. Entonces, ¿por qué hablamos de atentado?
Lo explicamos según nuestro humilde punto de vista. Los talleres de costura han sido una de las principales fuentes de trabajo en las últimas décadas en nuestra ciudad. Pero desde que asumió el gobierno macrista, comenzaron a disminuir su producción en forma alarmante, producto de la apertura indiscriminada de las importaciones, especialmente de China.
Eso no se tradujo en una baja de precios de las prendas, sino en que las grandes empresas elijan importar y hacer mayor diferencia económica antes que darle trabajo a los argentinos. Esto significó que los confeccionistas de nuestra ciudad tuvieran que despedir gente y tener máquinas paradas, y en algunos casos se fundieron.
Por ello hablamos de atentado. Atentado al poco trabajo que queda, con el desconocimiento de que si ganás $ 10 no podés pagar $ 20 en tarifas, impuestos y cargas sociales. Y consecuentemente, a los humildes operarios que se les pagan $ 5 (porque más no se puede) no quieren que les descuenten $ 2 de esos 5 para cargas sociales que van no se sabe adónde. Simplemente, ni a patrones ni a empleados, les alcanza.
Estas acciones del Gobierno nacional siguen destruyendo la producción, el trabajo y el sustento básico de los laburantes. Será lo que la mayoría de los argentinos eligió y probablemente siga eligiendo; pero mientras tanto, hunden cada vez a más gente bajo la línea de pobreza, obligando a los que tienen ganas de trabajar a cobijarse bajo un mísero plan social antes que tener problemas con “la ley”.