Este 2 de mayo se recuerda con profundo respeto y dolor a los 323 argentinos que perdieron la vida en uno de los episodios más trágicos de la Guerra de Malvinas, al cumplirse 43 años.
El hundimiento del Crucero ARA General Belgrano, ocurrido fuera de la zona de exclusión establecida por el Reino Unido, marcó el día con mayor cantidad de pérdidas humanas para nuestro país durante el conflicto bélico. Fue un acto que generó polémica internacional y dejó una huella imborrable en la historia argentina, en la memoria de los veteranos, y en el corazón de todas las familias que aún hoy recuerdan a sus seres queridos.
En ese buque argentino se encontraba el arrecifeño José Luis Quiroga, con apenas 18 años de edad, obligado como tantos jóvenes a ir a una guerra desigual, sin experiencia.
“Ni bien tomé la guardia en la línea de flotación, minutos antes de las 16 no pegó el primero de los dos torpedos”, recuerda Pepe.
El héroe de nuestra ciudad, excombatiente de Malvinas, sufrió en el mar helado el momento más crucial de su vida: “Habíamos salido de la zona de exclusión y teníamos una navegación normal, tranquila; si bien el clima estaba feo, complicado. No pensamos nunca que podíamos ser atacados por un submarino inglés”, confiesa.
“De 8 a 12 yo trabajaba, después almorzaba y de 12:30 a 15:30 teníamos descanso. A las 15:30 tomaba mate cocido y a las 16 me hacía cargo de la guardia. Llegué unos minutos antes y enseguida nos torpedearon. Yo estaba en la línea de flotación del barco y sentimos un temblor, como que habíamos chocado algo. El segundo impacto fue más fuerte, como que dejó de navegar el buque, se apagaron las luces, se empezaron a caer las vainas de pólvora. Teníamos que salir todos a cubierta principal. Fue complicado porque éramos 1093 tripulantes y tuvimos que subir todos”, relata con claridad.
“El primer torpedo pegó en la sala de máquinas y segundo en proa, donde nos borró más de 15 metros. Hubo un tercero que pasó de largo e impactó en el ARA Bouchard, pero no explotó. El Bouchard y el Piedrabuena navegaban detrás nuestro y se fueron”.

“Fue todo muy rápido. A los 10 o 15 minutos nos dieron la orden de evacuar. Nosotros teníamos conocimiento de que un buque como el General Belgrano tardaba unas tres horas en hundirse, pero en 40 minutos desapareció, fue terrible la velocidad con la que se hundió. Suerte que fue a las 4 de la tarde, porque si hubiera sido de noche y con lo complicado que estaba el mar, la desgracia habría sido mayor; seguramente no podía estar contándolo ahora”, continúael querido Pepe Quiroga.
“Pasé en la balsa, en medio del mar helado, 46 horas, con el cuerpo todo congelado porque el agua entraba a las balsas. Los dos buques que se habían ido después volvieron y rescataron a muchos. A nosotros no porque nos fuimos alejando otras balsas. La última balsa recatada con personas con vida fue la nuestra, por el buque Bahía Paraíso. Al día siguiente rescatamos otras, pero ya con compañeros fallecidos adentro”, explica en el duro relato.
En esa situación extrema, inimaginable, Pepe cuenta que la idea de morir casi no le rondó la cabeza: “Fue una situación durísima, estábamos muy mal todos, congelados, sentados, sin movimiento, con agua helada dentro de las balsas. Y al pasar las horas y ver que no nos rescataban apenas pensé en un momento ‘no sé si voy a salir de ésta’, pero no me entraba en la mente la idea de morir, nunca me resigné, Aguanté porque pensaba en mi viejo, que la estaría pasando peor que yo”.
“Yo no soy héroe. Héroes son los 323 compañeros que quedaron en el hundimiento, que no pudieron volver”, cierra Pepe su recuerdo de aquel terrible momento.









