En este país caracterizado por los enfrentamientos más pasionales y fanáticos que racionales, la clase dirigencial poco ayuda a llevar coherencia a la población, a los vecinos comunes. Se supone que los gobernantes deben tener valores y conocimientos superiores, porque se proponen para ello, se dedican a eso y cobran sus salarios gracias al esfuerzo de los trabajadores, que se dedican a llevar el pan a su casa y no les alcanza el tiempo para más.
En consecuencia, tengan la ideología que tengan, quienes conducen los destinos de nuestra sociedad deben ser capacitados, responsables y prudentes; o al menos eso se supone. Pero lamentablemente, día tras día, los argentinos vemos la miserabilidad de muchos, a quienes claramente no les importa el bien común y ni siquiera dan muestras de sensibilidad.
Un caso más, de los tantos, nos tocó muy cerca. Y la triste protagonista fue una concejal de Salto, Claudia Vidal, de Juntos por el Cambio.
En la vecina ciudad se produjo un hecho trágico, de los peores que puede sufrir una familia y toda una comunidad: la muerte de un niño de 12 años. El fatídico deceso del pequeño Lian Torelli, quien cayó a las aguas del río Salto y perdió su inocente vida, conmovió a toda la región y el país, que se unió en su búsqueda en los dos días en los que estuvo desaparecido.
Las autoridades municipales de Salto pusieron todo lo que tenían a su disposición para tratar de hallar al nene; lo mismo que, por su intermedio, la Policía Bonaerense, los cuerpos de Bomberos Voluntarios de la vecina localidad y de otras ciudades como Arrecifes; la propia comunidad. Todos. Pero el desenlace fue el pero, no esperado por nadie. Ante esto, no hay consuelo; sólo la tranquilidad que le deben quedar a todos los actores de haber hecho lo necesario para encontrar a Lian con vida.
¿Qué debe hacer cualquier ser humano ante esta tragedia del fallecimiento de un niño? Comprender, acompañar, apoyar, asistir psicológicamente a la familia, respetar. Y si alguien no puede hacer nada de esto, al menos guardar un respetuoso silencio.
Sin embargo, la crueldad política, baja, sucia y rastrera, volvió a mostrar sus oscuras garras. La mencionada concejal intentó sacar un rédito partidario de la dolorosísima muerte de un niño queriendo culpar a las autoridades de Salto por el sólo hecho de tener un color político diferente; pensando, quizás, en que con esa actitud condenable pueden obtener algún voto más en las próximas elecciones.
El Balneario de Salto, como el de Arrecifes y como tantos, son habilitados y cuentan con servicio de guardavidas en temporada de verano. Hace un siglo que existen como están. Y gobierne quien gobierne, no se puede culpar a nadie de semejante desgracia. ¿Que se pueden mejorar las condiciones de prevención? Sí, por supuesto, siempre se puede. Pero nadie suponía que podía ocurrir semejante fatalidad. Ni siquiera la concejal Claudia Vidal; si no, lo hubiera propuesto e impulsado antes.
En la sesión del Concejo Deliberante de Salto, ya ocurrida la muerte de Lían, el discurso de esta edil de Juntos por el Cambio fue tan miserable que ni vale la pena detallarlo, por lo desafortunadamente oportunista, insensible, de pésimo gusto.
Sin ser de esa ciudad, pero sintiéndonos dolidos y afectados por el hecho como si lo fuéramos, porque somos comunidades casi idénticas, porque hay una familia destruida, no podemos más que condenar el bajo intento de aprovechamiento de la concejal Vidal.
La política argentina necesita cambiar, la clase dirigente dejar de pensar en su conveniencia a costa de lo que sea, y pensar más en la gente. Pero si no cambian las personas que la integran, pocas esperanzas tenemos de ser una sociedad mejor.